EL EXPEDIENTE PRADO.
Escribe: Juan Carlos Herrera Tello (*)
Fernan Altuve en sus comentarios manifestó que “la verdad histórica es lo que interesa a todos y en un país donde tenemos una historia partista, complaciente, está hecha para no mortificar a nadie” y ha destacado que el texto de García Belaunde “ha encontrado de manera sorprendente milimétricamente todo sobre la mina de carbón” que Prado tenía en la región del Arauco en Chile; además de “haber encontrado el origen o parte de la fortuna en el contrato de compra de los monitores Manco Capac y Atahualpa”. Por otro lado Carmen McEvoy ha destacado que en el texto se “revelan episodios desconocidos de un presidente cuestionado”.
Nelson Manrique, dijo que es “un excelente trabajo de historia muy consistente, donde uno puede discrepar con determinados planteamientos, pero todo está fundamentado”; y explicó las amistades de Prado, deteniéndose en el significado de estas, y el daño que le hicieron al Perú: Domingo Santa María, Vicente Santa Cruz y Joaquín Godoy. Así mismo Manrique añade que “Antonio Mitre demuestra que la economía boliviana estaba totalmente atada a la burguesía chilena y a la inglesa” y que “Aniceto Arce y Mariano Baptista, negocian el litoral a cambio de defender sus intereses mercantiles, así como Mariano Ignacio Prado sigue haciendo negocios con Chile, siendo esto un claro ejemplo de cómo se condicionan los intereses nacionales”.
De las ideas vertidas por Juan Luis Orrego rescato: “el recuerdo de los héroes prevaleció sobre la cuestión de Tacna y Arica y los historiadores se cuidaron que en la medida de los posible no saltara la pus en sus textos”. Además manifestó “empezar por ejemplo en reconocer públicamente y no en cerrados círculos académicos los errores de la clase política de 1870 como fue la nacionalización del salitre o la firma del innecesario tratado de alianza defensiva, llevados a cabo por Pardo, medidas de responsabilidad nuestra, pues nadie nos empujó a tamaño despropósito, porque Chile también replegó el gasto en defensa al igual que Perú y puso a la venta uno de sus blindados”. Finalizó en su presentación estableciendo que “García Belaunde se ha convertido en un congresista del siglo XIX pues ha utilizado todas sus habilidades fiscalizadoras de nuestros tiempos a rastrear la fortuna privada del presidente que abandonó el país en su hora más crítica”.
Con esta presentación El Expediente Prado se ha constituido en una nueva fuente, para entender la desgracia ocurrida a nuestro país en 1879, y que por simpatías a uno que otro caudillo se cuidaron nuestros historiadores de no mencionar lo que se conocía de Prado en el Perú, así como no se dice del todo sobre Iglesias, Cáceres, Montero, García Calderón o Piérola. Y han llegado a nuestros días como personajes vistos en un solo sentido y no en la dimensión general como corresponde realizar estudios del legado que dejaron.
No se puede pues ignorar un trabajo que tiene pruebas fehacientes que demuestran la conducta pueril de Mariano Ignacio Prado, especialmente cuando Chile emite la ley de garantías mobiliarias donde todos los ciudadanos chilenos que tengan empresas o ingresos por el Estado así como aquellos que tienen industrias o negocios estaban obligados a contribuir con su gobierno para sufragar los gastos de guerra contra el Perú, y Prado pagaba sus contribuciones de guerra con puntualidad por sus tres minas de carbón, su residencia veraniega en Viña del Mar, su Hacienda en Caupolican y por su ferrocarril que tenía en Arauco. (Además de tener un Banco de Emisión en Chillán, era dueño del transporte naval Concepción y tenía intereses en la Isla Juan Fernández hoy Robinson Crusoe.) ¡¡¡El presidente del Perú en ejercicio y en estado de guerra con Chile, pagaba sus contribuciones de guerra no al Perú sino a Chile...!!! En otras palabras, dinero proveniente de un peruano que era presidente servía para atacarnos; semejante ecuación, sorprendente y vergonzosa, nos demuestra el grado al que había llegado Prado para no perjudicar sus inversiones y así verse obligado a desertar su cargo, bajo el camuflaje de ir a traer armamentos.
La mayor contribución de El Expediente Prado es el derrumbe total del edificio construido en base a mentiras, ya que se prueba los orígenes modestos del expresidente y no la riqueza que le atribuían sus adictos; todo ha sido una farsa montada cuidadosamente para que se crea que siempre fue un ciudadano próspero y con riqueza. El testamento de Rita Prado, sobrina del mandatario, donde les lega a sus hijos un catre de fierro y una ternera, es una muestra del abandono en que se encontraba su familia paterna, del mismo modo en cómo fueron desapareciendo uno a uno sus hijos extramatrimoniales, Grocio héroe en Tacna, Leoncio héroe en Huamachuco, y Justo murió abandonado en Huánuco, como dice su defunción “sepultura eclesiástica pobre de solemnidad”.
Se demuestra también en El Expediente Prado como el expresidente hace fortuna cuando inicia la revolución en 1865 y se convierte en dictador, y como se emiten vales de contribución para financiar la revolución y estos son llevados a Chile por su concuñado Carlos von der Heyde Meyer y son negociados por grandes cantidades de dinero y cuando Prado llega al poder esa deuda es asumida por el Estado peruano. Pero no siendo esto lo único, el escándalo es mayúsculo cuando se adquieren los monitores Manco Capac y Atahualpa en los EE. UU., el Perú pagó dos millones cuando el precio real era de 750 mil por ambos barcos que resultaron inservibles por su falta de autonomía para navegar ya que necesitaban ser remolcados, y para mayor descrédito esos barcos fueron comprados a una empresa que no era la dueña.
En El Expediente Prado se encuentra una parte de nuestra historia oculta, y es una prueba de cómo por el caudillaje se causa tanto daño, y en fabulaciones se crean personajes heroicos, cuando en realidad son nada. Por eso este texto es una base para no seguir defendiendo a caudillos que tanta desgracia legaron, uno por hacernos entrar en una guerra a la cual no estábamos preparados; otro por realizar defensas que no tuvieron éxito contribuyendo así a la derrota definitiva; luego otro por auparse en la presidencia elegido por un grupo de aristócratas que defendían sus riquezas, cuando fue justamente quien contribuyó a la bancarrota junto a Meiggs y de otros dos más; mientras uno no hizo nada para defender su bastión en Arequipa, el otro no le quedó otra cosa que claudicar en Ancón, y para terminar el desangramiento de nuestro país el héroe de una resistencia persistente y heroica, acaba por realizar su revolución y tomar el poder y en vez de continuar las investigaciones sobre las responsabilidades de la guerra como lo inició su antecesor, suprime todo y aparece el borrón y cuenta nueva.
A nuestros personajes históricos se les ha estudiado por lo bueno que han hecho, y casi a manera escolar nos han dado una historia que contribuyó a no estudiarlos en toda la magnitud de sus vidas para evitar así realizar el balance general.
Orrego ha dicho bien que “La historia oficial quiso maquillar los hechos victimizando al Perú, todo este trance se tejió intencionalmente tratando de pasar por alto en lo posible a los responsables de esta debacle”. Y quienes son los responsables? Los hay y estos están allí ocultos por las pasiones caudillistas que aún seguimos como una tara tradicional, acusando así a cada uno de los que detentaron el mando del Perú en esos terribles años de guerra; y no es de acusar a un solo personaje, sino a todos porque todos ellos nos legaron con su respectiva cuota, lo que nos dejaron de país.
García Belaunde transcribe en íntegro la carta que Petit Thouars le envía a su gobierno sobre la situación de Lima a la deserción de Prado y el comentario de Fernan Altuve es contundente: “Esta carta es la constitución sociológica del Perú, en un momento en que quienes estuvieron llamados para defender el país lo abandonaron y los llamados a ser dirigidos cumplieron su deber más allá de toda honra, de todo deber, e hicieron un papel heroico que en la campaña de la Breña se mostró”
En 1903 apareció Historia del Perú Independiente que en 8 tomos (el noveno fue póstumo) con una prosa de acusación y crítica, Nemesio Vargas (Padre de Rubén Vargas Ugarte) escribe con libertad lo que hoy podría llamarse la primera historia crítica del Perú la cual no ha merecido una sola reedición y solo se encuentra en bibliotecas especializadas. Vargas escribe con pasión, ya que al leer las fuentes de la Biblioteca Nacional en sus ratos libres, conjugaba aquella información con la obtenida por lo que le contaron sus padres y sus experiencias personales. Hoy El Expediente Prado es también parte de la historia crítica, que como ya lo han manifestado los presentadores del texto, está realizado con solidez y con documentación indubitable.
El Expediente Prado es, pues, la historia de un personaje que detentaba la máxima distinción que un pueblo pueda otorgarle a un ciudadano: elegirlo como su Presidente. Y este ciudadano Mariano Ignacio Prado, Presidente de un pueblo llamado Perú, prefirió sus riquezas a defender a ese pueblo que le confió su administración y la integridad de su territorio. Por eso, los rumores de la riqueza mal habida de Prado han quedado plasmadao en la prosa de Alberto Hidalgo quien en 1919 escribiera en “Jardín Zoologico”: “Así, cuando Miguel Grau, aquél ínclito patriota que debió ser engendrado en una cueva de leones, al mando de un solo monitor, burla el poderío de la escuadra chilena, en repetidas ocasiones, él (Prado) cree que tales hazañas se deben a la felicidad; y por eso cuando Grau juzga desatinada, en vista del mal estado de su buque, una orden suya para hacer una expedición sobre las costas chilenas, le contesta con ingenuidad de niño idiota ordenándole nuevamente la partida pues confía en la 'buena suerte del Huáscar'. Y todos saben, ya que a los pocos días el Huáscar, después de haber sostenido un combate con el enemigo, tan monstruoso y bravío, por su parte que para cantarlo fuera necesaria la lira del propio Dios, era abordado por los chilenos. De este modo, de desastre en desastre, nos lleva, a la derrota, hasta que un día viendo perdida la causa del Perú, acepta el oro enemigo y se va a Europa en la más cobarde e inicua de las fugas”.
Que una historia así no vuelva a repetir.
Nelson Manrique, dijo que es “un excelente trabajo de historia muy consistente, donde uno puede discrepar con determinados planteamientos, pero todo está fundamentado”; y explicó las amistades de Prado, deteniéndose en el significado de estas, y el daño que le hicieron al Perú: Domingo Santa María, Vicente Santa Cruz y Joaquín Godoy. Así mismo Manrique añade que “Antonio Mitre demuestra que la economía boliviana estaba totalmente atada a la burguesía chilena y a la inglesa” y que “Aniceto Arce y Mariano Baptista, negocian el litoral a cambio de defender sus intereses mercantiles, así como Mariano Ignacio Prado sigue haciendo negocios con Chile, siendo esto un claro ejemplo de cómo se condicionan los intereses nacionales”.
De las ideas vertidas por Juan Luis Orrego rescato: “el recuerdo de los héroes prevaleció sobre la cuestión de Tacna y Arica y los historiadores se cuidaron que en la medida de los posible no saltara la pus en sus textos”. Además manifestó “empezar por ejemplo en reconocer públicamente y no en cerrados círculos académicos los errores de la clase política de 1870 como fue la nacionalización del salitre o la firma del innecesario tratado de alianza defensiva, llevados a cabo por Pardo, medidas de responsabilidad nuestra, pues nadie nos empujó a tamaño despropósito, porque Chile también replegó el gasto en defensa al igual que Perú y puso a la venta uno de sus blindados”. Finalizó en su presentación estableciendo que “García Belaunde se ha convertido en un congresista del siglo XIX pues ha utilizado todas sus habilidades fiscalizadoras de nuestros tiempos a rastrear la fortuna privada del presidente que abandonó el país en su hora más crítica”.
Con esta presentación El Expediente Prado se ha constituido en una nueva fuente, para entender la desgracia ocurrida a nuestro país en 1879, y que por simpatías a uno que otro caudillo se cuidaron nuestros historiadores de no mencionar lo que se conocía de Prado en el Perú, así como no se dice del todo sobre Iglesias, Cáceres, Montero, García Calderón o Piérola. Y han llegado a nuestros días como personajes vistos en un solo sentido y no en la dimensión general como corresponde realizar estudios del legado que dejaron.
No se puede pues ignorar un trabajo que tiene pruebas fehacientes que demuestran la conducta pueril de Mariano Ignacio Prado, especialmente cuando Chile emite la ley de garantías mobiliarias donde todos los ciudadanos chilenos que tengan empresas o ingresos por el Estado así como aquellos que tienen industrias o negocios estaban obligados a contribuir con su gobierno para sufragar los gastos de guerra contra el Perú, y Prado pagaba sus contribuciones de guerra con puntualidad por sus tres minas de carbón, su residencia veraniega en Viña del Mar, su Hacienda en Caupolican y por su ferrocarril que tenía en Arauco. (Además de tener un Banco de Emisión en Chillán, era dueño del transporte naval Concepción y tenía intereses en la Isla Juan Fernández hoy Robinson Crusoe.) ¡¡¡El presidente del Perú en ejercicio y en estado de guerra con Chile, pagaba sus contribuciones de guerra no al Perú sino a Chile...!!! En otras palabras, dinero proveniente de un peruano que era presidente servía para atacarnos; semejante ecuación, sorprendente y vergonzosa, nos demuestra el grado al que había llegado Prado para no perjudicar sus inversiones y así verse obligado a desertar su cargo, bajo el camuflaje de ir a traer armamentos.
La mayor contribución de El Expediente Prado es el derrumbe total del edificio construido en base a mentiras, ya que se prueba los orígenes modestos del expresidente y no la riqueza que le atribuían sus adictos; todo ha sido una farsa montada cuidadosamente para que se crea que siempre fue un ciudadano próspero y con riqueza. El testamento de Rita Prado, sobrina del mandatario, donde les lega a sus hijos un catre de fierro y una ternera, es una muestra del abandono en que se encontraba su familia paterna, del mismo modo en cómo fueron desapareciendo uno a uno sus hijos extramatrimoniales, Grocio héroe en Tacna, Leoncio héroe en Huamachuco, y Justo murió abandonado en Huánuco, como dice su defunción “sepultura eclesiástica pobre de solemnidad”.
Se demuestra también en El Expediente Prado como el expresidente hace fortuna cuando inicia la revolución en 1865 y se convierte en dictador, y como se emiten vales de contribución para financiar la revolución y estos son llevados a Chile por su concuñado Carlos von der Heyde Meyer y son negociados por grandes cantidades de dinero y cuando Prado llega al poder esa deuda es asumida por el Estado peruano. Pero no siendo esto lo único, el escándalo es mayúsculo cuando se adquieren los monitores Manco Capac y Atahualpa en los EE. UU., el Perú pagó dos millones cuando el precio real era de 750 mil por ambos barcos que resultaron inservibles por su falta de autonomía para navegar ya que necesitaban ser remolcados, y para mayor descrédito esos barcos fueron comprados a una empresa que no era la dueña.
En El Expediente Prado se encuentra una parte de nuestra historia oculta, y es una prueba de cómo por el caudillaje se causa tanto daño, y en fabulaciones se crean personajes heroicos, cuando en realidad son nada. Por eso este texto es una base para no seguir defendiendo a caudillos que tanta desgracia legaron, uno por hacernos entrar en una guerra a la cual no estábamos preparados; otro por realizar defensas que no tuvieron éxito contribuyendo así a la derrota definitiva; luego otro por auparse en la presidencia elegido por un grupo de aristócratas que defendían sus riquezas, cuando fue justamente quien contribuyó a la bancarrota junto a Meiggs y de otros dos más; mientras uno no hizo nada para defender su bastión en Arequipa, el otro no le quedó otra cosa que claudicar en Ancón, y para terminar el desangramiento de nuestro país el héroe de una resistencia persistente y heroica, acaba por realizar su revolución y tomar el poder y en vez de continuar las investigaciones sobre las responsabilidades de la guerra como lo inició su antecesor, suprime todo y aparece el borrón y cuenta nueva.
A nuestros personajes históricos se les ha estudiado por lo bueno que han hecho, y casi a manera escolar nos han dado una historia que contribuyó a no estudiarlos en toda la magnitud de sus vidas para evitar así realizar el balance general.
Orrego ha dicho bien que “La historia oficial quiso maquillar los hechos victimizando al Perú, todo este trance se tejió intencionalmente tratando de pasar por alto en lo posible a los responsables de esta debacle”. Y quienes son los responsables? Los hay y estos están allí ocultos por las pasiones caudillistas que aún seguimos como una tara tradicional, acusando así a cada uno de los que detentaron el mando del Perú en esos terribles años de guerra; y no es de acusar a un solo personaje, sino a todos porque todos ellos nos legaron con su respectiva cuota, lo que nos dejaron de país.
García Belaunde transcribe en íntegro la carta que Petit Thouars le envía a su gobierno sobre la situación de Lima a la deserción de Prado y el comentario de Fernan Altuve es contundente: “Esta carta es la constitución sociológica del Perú, en un momento en que quienes estuvieron llamados para defender el país lo abandonaron y los llamados a ser dirigidos cumplieron su deber más allá de toda honra, de todo deber, e hicieron un papel heroico que en la campaña de la Breña se mostró”
En 1903 apareció Historia del Perú Independiente que en 8 tomos (el noveno fue póstumo) con una prosa de acusación y crítica, Nemesio Vargas (Padre de Rubén Vargas Ugarte) escribe con libertad lo que hoy podría llamarse la primera historia crítica del Perú la cual no ha merecido una sola reedición y solo se encuentra en bibliotecas especializadas. Vargas escribe con pasión, ya que al leer las fuentes de la Biblioteca Nacional en sus ratos libres, conjugaba aquella información con la obtenida por lo que le contaron sus padres y sus experiencias personales. Hoy El Expediente Prado es también parte de la historia crítica, que como ya lo han manifestado los presentadores del texto, está realizado con solidez y con documentación indubitable.
El Expediente Prado es, pues, la historia de un personaje que detentaba la máxima distinción que un pueblo pueda otorgarle a un ciudadano: elegirlo como su Presidente. Y este ciudadano Mariano Ignacio Prado, Presidente de un pueblo llamado Perú, prefirió sus riquezas a defender a ese pueblo que le confió su administración y la integridad de su territorio. Por eso, los rumores de la riqueza mal habida de Prado han quedado plasmadao en la prosa de Alberto Hidalgo quien en 1919 escribiera en “Jardín Zoologico”: “Así, cuando Miguel Grau, aquél ínclito patriota que debió ser engendrado en una cueva de leones, al mando de un solo monitor, burla el poderío de la escuadra chilena, en repetidas ocasiones, él (Prado) cree que tales hazañas se deben a la felicidad; y por eso cuando Grau juzga desatinada, en vista del mal estado de su buque, una orden suya para hacer una expedición sobre las costas chilenas, le contesta con ingenuidad de niño idiota ordenándole nuevamente la partida pues confía en la 'buena suerte del Huáscar'. Y todos saben, ya que a los pocos días el Huáscar, después de haber sostenido un combate con el enemigo, tan monstruoso y bravío, por su parte que para cantarlo fuera necesaria la lira del propio Dios, era abordado por los chilenos. De este modo, de desastre en desastre, nos lleva, a la derrota, hasta que un día viendo perdida la causa del Perú, acepta el oro enemigo y se va a Europa en la más cobarde e inicua de las fugas”.
Que una historia así no vuelva a repetir.
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